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Chicos en Situación de Calle

 

Historia 

En Perú, según los resultados de la primera encuesta sobre trabajo infantil realizada en 2007 por el INEI (Instituto Nacional de Estadística e Informática), a través de un convenio con la OIT (Organización Internacional del Trabajo), más de 3 millones de niños y adolescentes, entre los 5 y 17 años, trabajan o realizan una actividad económica, lo que coloca al país entre las naciones con mayor tasa de trabajo infantil en la región. Esta cifra equivale al 42% de la población nacional en esa edad (que asciende a 7,9 millones) y más de dos millones de trabajadores tienen entre 5 y 13 años.

Según datos de dicha encuesta el 66,7% de los niños, entre 5 y 13 años, se dedican a la agricultura, la ganadería, la pesca, y la minería; y el 70% de los niños que trabajan lo hace en condiciones consideradas peligrosas. Esto quiere decir que realizan trabajos que “están poniendo en peligro su salud, su seguridad, y su educación”.

Es esta realidad la que se encontró también el equipo de Turmanyé en la ciudad de Huaraz en 2010, donde existe alrededor de unos 400 niños, adolescentes y jóvenes mayores de 7 años (de los cuales el equipo de Turmanyé conocía personalmente a unos 200) que realizaban trabajos en la calle en condiciones de precariedad y de riesgo físico y social, pasando gran parte de sus vidas en la calle. La mayoría de estos niños se encontraban mendigando, realizando pequeños trabajos como limpiabotas y vendedores ambulantes, habiendo abandonado su formación académica y con trasfondos de conflicto familiar, desamparo o pobreza extrema. Todo esto no solamente suponía que sus perspectivas de trabajo fueran escasas y deficientes sino que además, el hecho de pasar tanto tiempo en la calle les hacía susceptibles de caer con frecuencia en la delincuencia, drogadicción y/o prostitución.

 

La problemática que se detecta en este colectivo se centra en:

  • Desestructuración familiar (hogares conflictivos, niños huérfanos o en situación de abandono) y falta de modelos, principalmente de varón.

  • Ausencia de hábitos y valores elementales (horario, perseverancia, responsabilidad, respeto a la autoridad, etc.) por haber tenido que trazar su rumbo de vida por sí mismos.

  • Baja autoestima, causada muchas veces por abuso de terceros, que les dificulta mirar al futuro con esperanza y buscar cambios constructivos para sus vidas.

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Todo ello les lleva a abandonarse a sí mismos, dejarse influenciar por otros, disfrutar del momento, buscar la vida fácil y agradable (drogas, sexo, robo…), acomodarse a su situación y no luchar para mejorar. 

Ante esta situación y debido a la ausencia de programas específicos estatales destinados a esta población, en el 2004 el equipo de Turmanyé elaboró un proyecto denominado "Chicos de la Calle" cuyo objetivo fue generar oportunidades para la transformación integral de este sector de la población en riesgo social (niños, adolescentes y jóvenes trabajadores de la calle) facilitando el paso progresivo de la situación de calle a su integración social, educativa y laboral en la sociedad. ​

Metodología de trabajo

En primer lugar (y semanalmente) saliendo a las calles para conocer a estos menores y cultivar relaciones de amistad y confianza. Pero fue desde octubre de 2006 que se pudo comenzar a trabajar de manera más sistemática con visitas periódicas a sus lugares de trabajo y aumentando progresivamente la labor con actividades semanales de enseñanza cristiana en las calles, eventos, charlas de orientación vocacional, excursiones y otras actividades especiales de forma bimensual, coordinaciones con los colegios y otras instituciones para analizar la asistencia y situación académica de algunos niños, así como actividades de promoción de salud como campañas médicas (revisiones generales, dentales, oftalmológicas) y de higiene.

En segundo lugar, se decidió intervenir a través de la puesta en marcha del Centro de Formación Ocupacional en 2005 y de talleres que en el mismo centro se impartían con el objetivo de proveerles de una alternativa formativa y laboral, ya que no disponían de posibilidades para formarse en áreas más prácticas y ocupacionales.

En tercer lugar, a finales del año, se inauguró el Centro Recreativo y de Apoyo Social Turmanyé, un local en el centro de la ciudad para atender a los chicos y desarrollar actividades de forma más estructuradas. El Centro estaba abierto durante 3 horas, 3 días a la semana por la mañana y 2 días por la tarde. Los chicos trabajadores tenían la libertad para asistir, jugar, leer, charlar, como si fuera el salón de su casa.  De esta forma, nos ganamos su  confianza y su amistad.  Asimismo se realizaban devocionales.

Nuestro sueño para los más pequeños fue que siguieran con su educación regular y que los padres de familia tomasen conciencia de la ilegalidad de enviarlos a trabajar a las calles. En cuanto a los mayores, aspirábamos a trabajar en coordinación con otras instituciones públicas y privadas que nos ayudasen a ofrecerles alternativas laborales reales y dignas para que pudieran salir de las calles. Sin embargo, su más urgente necesidad fue su restauración emocional y espiritual; únicamente el poder transformador de Dios puede romper cadenas y convertir esas vidas golpeadas en ejemplos de la vida abundante que Él ofrece a cada ser humano que le busca. 

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